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La muerte tiene cura

Cuando estudiaba la carrera uno de los profesores más queridos de la promoción dijo una frase que nos chocó a todos, «la muerte tiene cura». Ante semejante afirmación, que nos dejó a todos bastante perplejos, le preguntamos a qué se refería. «Claro, la muerte tiene cura. En valenciano «tindre cura» quiere decir cuidar, y por supuesto que se puede cuidar al paciente hasta los últimos momentos».

Creo que en ese momento es cuando los cuidados paliativos empezaron a parecerme una parte bonita de la medicina. Muchos compañeros no me entienden cuando digo que una de las cosas que más agradecidas de la medicina es cuando el familiar de un paciente que acaba de fallecer te da las gracias, a menudo entre lágrimas, con más efusividad que muchos pacientes a los que hay ayudado de otras formas. Sabes que en ese momento has traspasado la relación médico paciente y llegado a tener una relación mucho más profunda.

Por desgracia, en la medicina, seguimos viendo la muerte como un fracaso propio. No lo es. Todos vamos a morir tarde o temprano. Lo que es un fracaso es que un paciente fallezca con dolor, sin estar acompañado por los suyos y sin estar en el lugar que prefiera.

Y no solo eso. Aún hoy en día existe el llamado «muro de silencio». Esto es una especie de conjura entre familiares y médicos, que en general se hace con la intención de proteger al paciente, en la que se les priva de tener toda la información relativa a su estado de salud. Aunque la intención no sea mala, se le arrebata a la persona por un lado la información sobre su estado de salud, pero también por otro la posibilidad de organizar sus últimos días y de decidir cómo y con quien los va a pasar. Por suerte esto es cada vez menos frecuente, pero sigue dándose en demasiadas circunstancias.

Aceptémoslo. No todos nuestros pacientes van a sobrevivir al ingreso. Es más, en el mejor de los casos, vamos a retrasar algo que es inevitablemente inherente a la condición humana. Tenemos que hacer todo lo posible para conseguir adecuar diagnósticos y tratamientos que ayuden a nuestro paciente, pero no es menos cierto que igual o más importante es estar ahí para el paciente y familiares en sus últimos días. Y así, poder curar la muerte.

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