Obviamente, cuando hay un problema de diagnóstico, el principal damnificado es el paciente. Ya hemos comentado que ese retraso diagnóstico, va a llevar a un empeoramiento de la calidad de vida del paciente e incluso consecuencias peores. Pero no es el único que sufre. El médico también lo hace.
Cuando estudiamos medicina, se da por entendido que todos los pacientes tienen un diagnóstico más o menos claro. Puede que te cueste un poco más o menos, pero alguien finalmente da con la clave. Nada más lejos de la realidad. Como en todo en la medicina, no todo son blancos o negros, es una escala de grises. Muchas veces el paciente no cumple los criterios completos de la enfermedad, o se parece a varias o la prueba que esperabas sale negativa etc…
Lo primero que se nota en esos casos es frustración. Los médicos en general es un colectivo que llevamos mal el no saber algo. Sentimos que es culpa nuestra, por no haber estudiado más, o por pensar que algo se nos está pasando y no lo vemos. Y puede que en algunos casos sea así. Entonces decides comentarlo con un compañero y resulta que el tampoco lo ve claro. En ese momento hay 3 opciones:
Por desgracia, una de ellas es pagarla con el paciente. Obviamente no es lo adecuado, y no me refiero a que de una forma activa se haga en contra del paciente, solo faltaría. Pero en ese momento empiezas a pasar por tu mente pensamientos como «¿lo está fingiendo? no será un problema psiquiátrico? ¿no querrá la baja?» La siguiente es aceptarlo. Y cuidado, no es una mala opción. Yo se que no lo puedo resolver, pues lo paso a otro compañero u otro hospital, pero siempre acompañando al paciente. Hay que transmitir que, aunque no hayas llegado al diagnóstico, vas a estar ahí para lo que haga falta. Por último, revelarte. No aceptar la situación e ir en contra de viento y marea (a veces incluso de compañeros) y seguir buscando. Pero cuidado, sin entrar en una espiral de pruebas sin sentido. ¿Y cual es la actitud correcta? Pues para mí estaría un poco a caballo entre las tres, incluyendo la primera, me explico.
Me encantaría decir que no he estado nunca en la primera reacción, pero no sería cierto. Y en cualquier caso, también es bueno pasar por ella, y haberte equivocado en ese punto, porque te ayuda a aprender y a dudar de ti mismo, dejar siempre una puerta abierta a la duda. En cuanto a las otras dos, creo que hay que luchar hasta el final, pero aceptando también que todos tenemos límites y que podemos contar con otros compañeros.
En definitiva, la frustración por no haber diagnosticado a un paciente, puede ser un aliado o un enemigo, como cualquier otro sentimiento. Depende de cada cual utilizarlo para ayudar a alguien o revolcarse en el fango hasta acabar quemado.